Tras tres horas de viaje (quizá un poco más) llegamos a la Posada La Herradura, en Liermo. Situada en el punto más alto del pueblo, esta casa solariega cántabra del siglo XVII, totalmente restaurada, nos transportó a otro tiempo. Eso, junto a la vegetación que rodeaba la casa te hacía sentir en otro mundo, uno en el que notabas la humedad, el frescor y el olor a plantas verdes por todos lados.
Como era por la tarde y el viaje nos había cansado, no era plan de irse de marcha por ahí, asi que, tras enseñarnos nuestras habitaciones, nos dispusimos a cenar. Dicha cena consistió en carne a la brasa de diferentes tipos, jugosa y en su punto. Baste decir que con el viaje habia gusa y que se comió casi sola.Tras la cena una partida de Space Munchkin (si, somos unos frikis sin remedio) y otra al ciudadelas. Ambas acabaron muy mal para mi, no era mi noche. La partida fue acompañada por los orujos del lugar, de muy diversos sabores, todos ellos artesanales y caseros.
Tras ello, a altas horas de la madrugada, se impuso el irse a dormir, algunos con más éxito que otros.
Yo, por si os interesa, dormí bien.
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