viernes, 13 de marzo de 2009

Relato de Marzo

Mientras ellos miraban, la cabeza de humo del dragón se despertó de su sueño y se acercó a la sangre.

La caída había sido terrible y lo peor de todo no fue el impacto con el suelo de la cueva, sino descubrir, para el horror de los aventureros, que habían caido en la guarida de un dragón.

Jonner era el que peor parte se había llevado, rebotando en algunas piedras, produciéndose terribles cortes que habían acabado, tras el impacto con el suelo, por esparcir su sangre en un amplio circulo en derredor.

Eso había despertado al dragón.

Hannat se arrastró hasta Linwen, que aunque intentaba no hacerlo, gemía levemente ante la gravedad de sus heridas, mientras que el propio Hannat tuvo que dejar atrás su espada, pues sus piernas se negaban a moverse y necesitaba de sus brazos y manos para llegar hasta la sanadora.

- Linwen...

- ¿J-jonner?

Hannat negó con la cabeza, mientras la cueva se llenaba de los sonidos del dragón al masticar lo que había quedado del apuesto y aguerrido paladín. Al menos había muerto al caer, ahorrandose la agonía de ser comido vivo. Suerte que quizás ellos no tendrían. Con cuidado de no hacerla daño, colocó el símbolo sagrado de la diosa de Linwen en su mano, esperando que las oraciones de ésta sirviesen de algo.

Linwen oró, en silencio, pidiendole a su diosa que les salvase, que le otorgase la sanación que tan desesperadamente necesitaban. Tras unos diez minutos de oración, abrió los ojos y sonrió, tristemente. Un hilillo de sangre cayó por la comisura de su boca, revelando cuan herida estaba por dentro, aunque exteriormente solo pareciese magullada.

- La Diosa... nos ha... abandonado...

Hannat miró al dragón, que ya había acabado de devorar el cuerpo de Jonner y se encontraba en esos momentos lamiendo la sangre, aún fresca, de la roca.

- Tendremos que salir de aqui, solos...

Linwen sonrió nuevamente, para después comenzar a toser violentamente, expulsando gran cantidad de sangre con cada tos. Hannat sabía que no duraría mucho. Que todo acabase asi enfurecía al joven guardabosques.

Los tres se habían reunido en la posada del pueblo, que estaba asediado por constantes ataques de un grupo de orcos, no muchos, los necesarios para aterrorizar a un puñado de aldeanos, nada preocupante para un grupo de aventureros experimentados.

Con lo que no contaron fue con la trampa, el falso suelo, que el jefe de los orcos había destruido bajos sus pies, haciéndoles caer durante lo que le pareció una larga distancia, golpeándose con rocas afiladas, haciendo que Jonner muriese en la caída, que Linwen estuviese destrozada por dentro y que ´le mismo estuviese paralizado de cintura para abajo.

No era justo.

- No es justo...

- La justicia... Jonner creia... en ella...

- Pero no existe.

- No...

Hannat miró nuevamente al dragón que, relamiendose, les observaba ahora, como eligiendo a quien devorar a continuación.

- Hannat... duele...

- Linwen...

- Mise... ricordia...

Hannat asintió, incapaz de mirar a Linwen a los ojos. No la miró cuando sacó la daga de su cinto, con dedos torpes y temblorosos, como tampoco la miró cuando hundió la daga en el cuello de la sanadora, acabando con su vida... y con su sufrimiento.

Hannat miró al dragón, mientras se arrastraba lejos del cuerpo de Linwen y el dragón se acercaba a la ya muerta sanadora, olfateándolo, para después apartarlo, desechándolo, con un golpe de una de sus patas. Cuando el cuerpo rebotó sobre las rocas con un ruido blando y húmedo, Hannat apenas pudo contener una arcada.

- Mis compañeros... estoy solo...

- Morirasss...

Hannat sonrió, de una manera extraña, cruel... siniestra, incluso.

- Eso es... tecnicamente imposible...

Hannat seguía sonriendo cuando el dragón, cargó contra el, con las fauces abiertas prestas a devorarle.



Hannat se sentó en una roca, a la entrada de la cueva, frente a un pequeño fuego, contando el botín obtenido del dragón y de los orcos, mientras disfrutaba de la fresca brisa nocturna.

- No ha estado nada mal... El botín de un dragón, de unos orcos... y las pertenencias de un paladín y una sacerdotisa. Con esto podré darme una vida adecuada en cuanto llegue a la siguiente ciudad.

Hannat recordó la expresión de los orcos cuando le vieron salir del agujero. Sus expresiones de terror puro le acompañarían durante mucho tiempo, arrancándole una sonrisa cada vez que pensase en ellos.

Y el dragón. Hannat le tenía un asco tremendo a la sangre y los cadáveres... humanos. Tenía planeado utilizar a los orcos, algo desagradable, pero pasable, cuando el dragón había solucionado todos sus problemas. Ahora se sentía fuerte y la historia de cómo mató a un dragón, el solo, atraería, sin duda, a multitud de jovencitas a sus brazos... y a su cama.

Hannat gardó su botín en su mochila y apagó la hoguera arrojando tierra sobre ella con su pie, quedándose a oscuras. Aún quedaba más de la mitad de la noche, con lo que calculaba llegar a la ciudad tiempo antes del amanecer.

Tarareando una vieja canción de viajeros, Hannat se puso en marcha hacia su próximo destino, parando solamente de vez en cuando cuando su lengua, inconscientemente, relamía de sus colmillos el sabor de la sangre de dragón.

El joven y a la vez viejo vampiro, soltó una leve carcajada.

- Delicioso, realmente... delicioso...

1 comentario:

Fenix dijo...

Uff... lo has puesto dificil para igualarte!

(Si, se que no debería leerte antes de escribir yo.... pero para algo soy el que puso las reglas no? :P)