Estaba aqui sentada frente al ordenador, tranquilamente repasando algunas páginas, cuando de repente me ha venido una pregunta a la cabeza.
¿Pero que narices hago yo en casa ya a estas horas?
En principio yo, como casi todo el mundo, estoy deseando que llegue el finde para quedar con los amigos, ya que durante la semana no les veo. Incompatibilidades de horarios, estudios, trabajo y otras responsabilidades nos mantienen separados durante la semana. Por eso deseo que llegue el viernes para salir por ahi, tomar algo y, en definitiva, pasarnoslo bien.
Para empezar, aunque se queda con la gente en un punto equidistante de la casa de todos, para evitar que nadie se mosquee por tener que desplazarse un trozo de más, siempre hay alguno al que no le acaba de gustar el punto de reunión escogido.
Por otro lado, aunque se queda a las ocho en punto y la gente acaba postergandolo hasta y media, en lo que si llego o no, siempre hay alguno que se presenta a las nueve, sin avisar. Todo ello con el agravante de aparecer sonriente y preguntarte si ha llegado muy tarde. De media hora a una hora de retraso si es, para mi, definitivamente muy tarde.
Después viene lo peor, dónde ir. Quedar para ir al cine es una odisea, por que al que no le gusta la peli, le parece muy caro o le parece muy lejos. Al final se decide ir de bares, otra odisea por que el que le gusta a la mayoria, no le gusta a uno y, para cuando ya se ha decidido donde ir, son las diez.
Ya en el bar, tomandote algunas cosillas la charla, que empieza a buen ritmo, va decayendo rápidamente, hasta que parece que no sabemos que decir y cada uno empieza a hablar de lo mal que le va en el trabajo o en los estudios o lo mucho que le agobian sus responsabilidades.
Al cabo de un rato la gente empieza a marcharse, unos por que tienen que madrugar al dia siguiente, otros porque están cansados y hasta el que se aburre de la charla.
Con todo esto, me encuentro conmigo misma a las doce en casa, en pijama y con la pregunta en cuestión rondándome en la cabeza.
En estos momentos no puedo evitar pensar en las interminables charlas en el parque cercano a mi casa, incluso en pleno invierno, en las cuales en numerosas ocasiones veiamos salir el sol, sin importar la hora ni las condiciones metereológicas, o lo cansados que estuviésemos o dónde tuviesemos que ir al dia siguiente.
Y me pregunto ¿nos estamos haciendo viejos o ya no tenemos nada que decirnos?
Sinceramente espero estar haciendome vieja, ya que la otra posibilidad me preocupa mucho...
¿Pero que narices hago yo en casa ya a estas horas?
En principio yo, como casi todo el mundo, estoy deseando que llegue el finde para quedar con los amigos, ya que durante la semana no les veo. Incompatibilidades de horarios, estudios, trabajo y otras responsabilidades nos mantienen separados durante la semana. Por eso deseo que llegue el viernes para salir por ahi, tomar algo y, en definitiva, pasarnoslo bien.
Para empezar, aunque se queda con la gente en un punto equidistante de la casa de todos, para evitar que nadie se mosquee por tener que desplazarse un trozo de más, siempre hay alguno al que no le acaba de gustar el punto de reunión escogido.
Por otro lado, aunque se queda a las ocho en punto y la gente acaba postergandolo hasta y media, en lo que si llego o no, siempre hay alguno que se presenta a las nueve, sin avisar. Todo ello con el agravante de aparecer sonriente y preguntarte si ha llegado muy tarde. De media hora a una hora de retraso si es, para mi, definitivamente muy tarde.
Después viene lo peor, dónde ir. Quedar para ir al cine es una odisea, por que al que no le gusta la peli, le parece muy caro o le parece muy lejos. Al final se decide ir de bares, otra odisea por que el que le gusta a la mayoria, no le gusta a uno y, para cuando ya se ha decidido donde ir, son las diez.
Ya en el bar, tomandote algunas cosillas la charla, que empieza a buen ritmo, va decayendo rápidamente, hasta que parece que no sabemos que decir y cada uno empieza a hablar de lo mal que le va en el trabajo o en los estudios o lo mucho que le agobian sus responsabilidades.
Al cabo de un rato la gente empieza a marcharse, unos por que tienen que madrugar al dia siguiente, otros porque están cansados y hasta el que se aburre de la charla.
Con todo esto, me encuentro conmigo misma a las doce en casa, en pijama y con la pregunta en cuestión rondándome en la cabeza.
En estos momentos no puedo evitar pensar en las interminables charlas en el parque cercano a mi casa, incluso en pleno invierno, en las cuales en numerosas ocasiones veiamos salir el sol, sin importar la hora ni las condiciones metereológicas, o lo cansados que estuviésemos o dónde tuviesemos que ir al dia siguiente.
Y me pregunto ¿nos estamos haciendo viejos o ya no tenemos nada que decirnos?
Sinceramente espero estar haciendome vieja, ya que la otra posibilidad me preocupa mucho...
2 comentarios:
Bienvenida al club... u_u
La otra opcion me parecia peor, creo yo...
Publicar un comentario