miércoles, 28 de mayo de 2008

Kinu to Kotetsu I: Despertares

Kinu despertó de golpe, incorporándose de un salto en su futón. El grito que, provocado por la pesadilla, iba a dejar sus labios murió antes de producirse, gracias al control proporcionado por años de entrenamiento. Aún desorientada encontró rápidamente el tanto que escondía cada noche entre las mantas, cerrando su mano sobre él tan fuerte que sus nudillos se pusieron blancos. Apretando los dientes se obligó a respirar pausadamente y en silencio.

Tras apenas unos instantes su respiración se volvió normal sin necesidad de controlarla y su mano sostuvo el tanto más suavemente. El frio de la noche sobre su piel la hizo temblar, pero no se cubrió. Permaneció inmovil, mientras sus ojos, acostumbrándose a la oscuridad, escrutaban la habitación.

Ningún enemigo, mundano o sobrenatural, la acechaba en su habitación y sólo el recuerdo de retazos de la pesadilla que acababa de tener la impedian relajarse totalmente.

Kinu suspiró levemente, con una trémula sonrisa asomando a sus labios. Si su sensei la viese así, asustada y temblorosa por una pesadilla, mirando temerosa las sombras, la reprimenda que la echaría haría que un asesino o un monstruo fuesen una nadería en comparación.

Ya más calmada se levantó del futón, vistiendose con la rapidez y eficencia que eran naturales en ella y en el silencio que la habían enseñado a mantener.

Tras tomar su daisho y ajustarlo a su cintura, ocultó el tanto en su obi, colocándose a continuación la máscara que ocultaba por completo su cara, una pieza de cerámica lacada en negro, cuyos únicos detalles de color eran unos diminutos escorpiones lacados en rojo que rodeaban las aberturas de los ojos de la máscara, las únicas aberturas que había en ésta.

Sólo tres personas habían visto alguna vez sus rasgos, todas ellas muertas ahora, sus padres y su aya. El resto de personas tenían que conformarse con la visión de la máscara y con dilucidar cómo era que la voz de Kinu no sonaba amortiguada por la máscara.

Antes de salir de su habitación memorizó donde se encontraba cada objeto, tomándose más tiempo en aquellos que las criadas tenían prohibido tocar y en las cuales ella sabía que ellas, temerosas del posible castigo, jamás osarían tocar.

Tras ello se dirigió hacia el dojo por los oscuros pasillos, silenciosa como una sombra, mientras los primeros rayos del sol comenzaban a despuntar, sin iluminar aún su camino.




Cuando el sol se hubo alzado sobre el horizonte, sorprendió a Kinu en el dojo, llevando a cabo una compleja y elaborada kata que hacía poco que había conseguido dominar.

Girando en torno a un enemigo imaginario, Kinu parecía danzar, su katana parecía una prolongación de su brazo y tanto éste como sus piernas se movían con una rapidez y fluidez que asombrarían a más de un samurai. De hecho, eran no pocos los que se habían llevado una desagradable sorpresa al enfrentarse a Kinu, pues atacaba con la rapidez del viento, siendo tan esquiva como una ráfaga de brisa y tan cortante como un viento glacial.

Fue tras acabar la kata, cuando Kinu estaba envainando su katana, cuando Soshi Kenzan, el shugenja personal de su señor, apareció en el dojo. Como era común en él y a diferencia de Kinu, llevaba su rostro, atractivo y siempre alegre, al descubierto, aunque su cara era una máscara mejor que muchas que Kinu hubiese visto.

La reverencia que Kinu le dedicó fue tan formal como carente de adulación, simplemente el saludo a alguien a quien se reconoce superior.

-Come conmigo, Kinu-san. Debemos hablar.

-Hai, Kenzan-sama -dijo Kinu volviendo a inclinarse-. Pero primero he de asearme y ponerme unas ropas más adecuadas para comer en vuestra compañía.

Soshi Kenzan se limitó a asentir con la cabeza antes de darse la vuelta y salir del dojo a paso vivo, en dirección a la casa principal, dejando a Kinu preguntándose qué esstaría tramando en esta ocasión.




Pronto, ya aseada y con un kimono más elaborado, Kinu se sentó ante Kenzan, manteniendose en silencio mientras las criadas dejaban en la mesa ante ellos un desayuno compuesto de arroz y pescado hervido y sazonado. Cuando las mujeres salieron Kinu esperó, observando a Kenzan desde detrás de su máscara, mientras el shugenja hacía lo mismo con ella.

Tras un rato de observación Kenzan cogió los palillos, haciendo un gesto con ellos hacia la comida.

-Comed, Kinu-san. He mandado preparar el pescado con las especias que os gustan.

-Gracias, Kenzan-sama, es un honor poder comer con vos esta mañana... aunque ignoro el motivo de que se me haya concedido tal honor.

Kinu comenzó a comer, introduciendo la comida bajo su máscara hasta los labios con gran habilidad, de modo que la comida no tocase más que estos.

-Shigemasa-sama me ha ordenado que te comunique tu próximo cometido... un cometido que te llevará a la Ciudad Imperial...

-¿Toshi Ranbo? ¿Que desea mi señor que haga allí?

-Nada que no hayas hecho antes, con admirables resultados. Escoltarás de la Ciudad Imperial hasta Kyuden Bayushi a un cortesano.

-Esa es una tarea un tanto sencilla...

-No se trata de un cortesano Escorpión.

Kinu se quedó con un trozo de pescado a mitad de camino de su bocca. Lentamente lo depositó de nuevo en el cuenco, pues si Kenzan racionaba tanto la información, muy seguramente podria llegar a atragantarse.

-¿Cual es el nombre de tan importante cortesano, Kenzan-sama?

-Ide Kotetsu.

-Unicornio... ¿Que va a hacer en Kyuden Bayushi?

-Shigemasa-sama no me lo ha dicho.

Lo que, según como era Kenzan, sin duda le había sentado realmente mal, más jamás mostraría disgusto ante su señor, menos aún ante otros samurais.

-Partirás de inmediato, Nikutai.

Kinu dejó el cuenco y los palillos sobre la mesa, levantándose y haciendo una amplia reverencía.

Nikutai, lo que significaría que pondrían a sus órdenes una escuadra para la misión encomendada. Si demostraba su valía en la misma, seguramente el mando de la escuadra fuese permanente.

-Domo arigato gozaimasu, Kenzan-san -dijo Kinu profundizando en su reverencia.

-¿Mei-chan?

-¿Hai?

-Ten cuidado.

-Hai, Oji-san. Tendré cuidado.

Kinu salió de la habitación, sumida en los pensamientos sobre los preparativos para su partida, dejando a su tio un tanto preocupado por el futuro de su única sobrina.

No hay comentarios: